Acaban de pasar las seis y diez
y ya está anochecido
una luz indecisa se derrama
como si fuera aceite.
Sin remedio resbalo hacia la duda.
Va todo muy deprisa, no recuerdo
desde cuándo estoy muerta,
cuándo se me ha secado el corazón,
cuándo se me pudrieron los dolores,
cuándo las viejas lágrimas,
como aguas estancadas,
se me quedaron dentro para siempre.
No hay prisa, nadie aguarda
ni falta que me hace,
así el fracaso
invadirá el sofá sin miramientos
y podrá apoderarse del mando de la tele.
Y después de cenar algo de régimen
para cuidar la línea a la tristeza,
la soledad sin trabas,
dueña por fin del centro de la cama,
morirá a pierna suelta.*
*Me he permitido tomar prestado de nuestro querido Zuñi este último verso.¡Qué le voy a hacer si él lo dijo antes!