domingo, 13 de noviembre de 2011

EL "BLAS"


A los que no pudistéis asistir os dejo una pequeña reseña del acto del jueves pasado y a todos los que estuvistéis acompañándome quiero daros las gracias una vez más. Para mí fue una tarde noche absolutamente inolvidable por varias razones. Primero por dar  una alegría a mi madre, que hizo el enorme esfuerzo de estar allí y creo que no me equivoco si digo que lo pasó muy bien.

Las intervenciones del grandísimo poeta José Luis Morales y de Sabina de la Cruz, fueron espléndidas, de una gran categoría tanto literaria como humana. José Luis dijo entre otras muchas cosas:

Y la poesía, la buena poesía, es el arte de decir mucho con pocas palabras, de sugerirlo todo sin mencionarlo casi. No se trata de elegir vocablos con pedigree lírico, cultismos rebuscados, arcanos del diccionario. La poesía no está en la rareza de su léxico, ni en lo insólito de sus expresiones. Al contrario, la poesía está precisamente en la sencillez con que se dice lo que nunca antes había sido dicho así, lo que nunca antes había sido sentido así. 

Y Sabina que, dicho sea de paso, es una persona adorable que no me extraña que tuviera a Blas de Otero durante toda su vida comiendo de su mano, me regaló palabras como éstas:

En sus versos he encontrado SOLEDAD (poblada de sombras que un dia fueron amadas o nos amaron) y DOLOR. Pero también, y con frecuencia, una veta de ternura, expresada con un lenguaje desgarrado y refrescante, en formas coloquiales y cotidianas. No hay arrepentimiento, sino una valiente aceptación de las propias equivocaciones o renuncias, envueltas en una irónica mirada.

Comprenderéis que escuchando estas cosas, una haya engordado al menos un par de kilitos. Si a eso unimos que estuve rodeada de toda la gente que quiero, pues como dije allí, miel sobre hojuelas.

Y la intervención de mi nieto Jaime cuando gritó ¡ABUELA ANA! en medio de tanta seriedad puso el toque divertido. ¿Qué más se puede pedir?

Pues eso, que intentaré alcanzar el nivel poético a que me obliga este premio, aunque insisto con Groucho Marx en que no sé si me conviene entrar en un club que admite a gente como yo.