sábado, 31 de marzo de 2012

EXAMEN DE CONCIENCIA

Si alguna vez sufres -y lo harás-
por alguien que te amó y que te abandona,
no le guardes rencor ni le perdones:
deforma su memoria el rencoroso
y en amor el perdón es sólo una palabra
que no se aviene nunca a un sentimiento. 

(Felipe Benítez Reyes Los vanos mundos)

Podría pregonar que no me importa
que vuelvas la cabeza hacia otro lado
y que desde hace tiempo
para mí se haya helado tu sonrisa
y haya enmudecido tu palabra.

Podría, claro,
pero ¿de qué me sirve ese inútil empeño
de ponerme muy digna
si lo cierto es que logras lacerarme?

La dignidad es cosa distinta del orgullo.

Prefiero asimilar humildemente

tu frialdad,
la tibia cortesía de tu abrazo
y lamerme despacio las heridas
hasta que cicatricen con el tiempo.

Reconocer el daño que me haces
-ignoro si a propósito
o si es que me he vuelto transparente
a tus ojos, que siempre lo ven todo-
y tragar la cicuta sabiendo lo que hago.   

Hacer un ejercicio de autocrítica
-seguro que, si busco, descubro mil motivos-
y, a solas, un examen de conciencia;
encontrar el remedio
que me alivie el dolor de corazón
y seguir adelante, como siempre;

eso sí, con un nuevo arañazo

en la piel de mi alma
que se convertirá en una arruga más.

Y las arrugas tienen la ventaja
de que no duelen, pero ¡son tan tristes...!
(Imagen tomada de la red: El Pensador, de Helio Rubiales)