Y me coge un deseo de vivir y ver amanecer,
acostándote tarde,
que no está en proporción con la edad que ya tengo.
(Jaime Gil de Biedma, Antes de ser maduro)
Para sobrevivir, de vez en cuando
necesito dejarme seducir,
quitarme la coraza y agarrarme a la noche,
y comprarme tres pares de pendientes
-un par sólo, dos euros; tres por cinco,
comprenderán ustedes que no hay duda-
en cualquier tenderete de la calle
soltar amarras a mi lado frívolo
y descargar de culpas mi conciencia
cerrar los ojos a tanto desafuero,
engañar al carnet de identidad
y jugar al amor o a culquier sucedáneo
confieso que me abruma la injusticia
y mi impotencia para hacerle frente
mas soy tan miserable que me atrevo
a exigir mi derecho a la risa, a la música,
a sentir en mi piel la caricia del viento,
a la dicha inconsciente de los actos inútiles,
a bailar por la calle con los ojos vendados,
a tomarme tres copas, a besarme con alguien
y soñar que disuelvo en su boca las penas
y le sigo... ¡al exilio!
si fuera necesario,
al paso que me marque su andar sin objetivo,
sus ojos soñolientos, sus manos aturdidas,
su barba que a estas horas ya me araña el deseo.
Quiero reivindicar el derecho a que el mundo
me deje sonreír aunque no haya motivo
y a que fluya gozosa por mis venas la sangre.
necesito dejarme seducir,
quitarme la coraza y agarrarme a la noche,
y comprarme tres pares de pendientes
-un par sólo, dos euros; tres por cinco,
comprenderán ustedes que no hay duda-
en cualquier tenderete de la calle
soltar amarras a mi lado frívolo
y descargar de culpas mi conciencia
cerrar los ojos a tanto desafuero,
engañar al carnet de identidad
y jugar al amor o a culquier sucedáneo
confieso que me abruma la injusticia
y mi impotencia para hacerle frente
mas soy tan miserable que me atrevo
a exigir mi derecho a la risa, a la música,
a sentir en mi piel la caricia del viento,
a la dicha inconsciente de los actos inútiles,
a bailar por la calle con los ojos vendados,
a tomarme tres copas, a besarme con alguien
y soñar que disuelvo en su boca las penas
y le sigo... ¡al exilio!
si fuera necesario,
al paso que me marque su andar sin objetivo,
sus ojos soñolientos, sus manos aturdidas,
su barba que a estas horas ya me araña el deseo.
Quiero reivindicar el derecho a que el mundo
me deje sonreír aunque no haya motivo
y a que fluya gozosa por mis venas la sangre.