sin mucha convicción
y que los alcornoques desnudos por los bajos
mostraban sus vergüenzas
como putas en una mala noche.
Llovía y relinchaban los caballos
cuando hollaban mis botas los ruidos familiares
del vencejo y del mirlo.
Pero yo iba cargada de madrugadas rotas,
de insomnios contumaces y de pequeñas muertes
y arrastraba los pies sin darme cuenta.
Todos agradecieron que me fuera
con mi rollo a otra parte y los dejara
esperando en la niebla
que noviembre llegara por sus pasos.