Hace ya algunos años que no planto
el abeto de Pascua en mi jardín;
ocurre que no tengo jardín donde plantarlo
ni tan siquiera abeto
para colgar adornos de cristal.
Ultimamente
suelen pasar de largo las Pascuas por mi casa.
Mas tuve cuatro hijos que algunos ya son padres
y no me he dado cuenta
de que no necesitan mi permiso
para cruzar las calles
con todos los semáforos en rojo.
Tampoco el que se fue pidió autorización.
Los árboles prendieron
pero yo me marché sin ver cómo crecían.
Los hijos se marcharon
—alguno sin crecer lo suficiente—.
Ahora escribo libros
que hablan a mis hijos de los árboles
que yo no vi crecer pero crecieron.