Caen en otoño las hojas de los libros
y ruedan las palabras por los suelos.
Se buscan, se entrelazan,
se arraciman en versos.
Su unión será su fuerza.
Hay letras que resbalan
por el cristal en líneas verticales
dejando un rastro húmedo
parecido a las lágrimas.
Los gorriones persiguen a los puntos y comas
entre la desnudez cohibida de los sauces
y yo voy recogiendo restos de alguna estrofa
que no haya devorado el perro del vecino.
(Foto de José Miguel Soler Aguas, tomada de la red)