apenas tiene nada que decir
pero estallan por dentro
emociones inútiles.
Me pregunto a estas horas si es prudente
dejar a la intemperie los puntos vulnerables
aun a costa de ser un blanco fácil
para cualquier saeta envenenada.
Y sí,
es posible vivir sin protecciones,
sin máscaras, disfraces ni caretas,
sin vestir uniforme de campaña; felizmente
siempre hay alguien que obtiene algún provecho.
El precio que se paga es alto, quién lo duda,
pero no es menos cara la sonrisa forzada
ni el tiempo que se pierde en hacer daño.
Amigos, perdonadme, es noche de recuento.
Al final el balance es positivo:
existen insensatos que me quieren.