disfrutando o sufriendo, según toque.
Y es que las cosas tristes me ocurrieron
hace un millón de años,
ya no me importa nada lo que venga.
Esto debe de ser algo muy parecido
a la decrepitud irrevocable,
pero me da lo mismo si mañana
no existo, mal que bien
creo que he terminado mis deberes.
Amarnos es un lujo
que tal vez no podamos permitirnos,
-qué le vamos a hacer, más se perdió en la guerra-
la tristeza se cura con el tiempo;
lo que no tiene cura es mi manía
de soñar lo imposible. Afortunadamente.
Y este afán insensato
de agarrarme a una vida
empeñada en echarme de su lado.