sábado, 28 de febrero de 2009

CALLE MELANCOLÍA

Por lo visto, es opinión general -y seguramente acertada- que este blog, cuando habla de temas más o menos personales, adolece de melancolía. Qué le vamos a hacer; con esto ocurre como con la menopausia, que es cosa de la edad y, encima, una siempre ha tenido tendencia, incluso desde antes de tener casi nada que añorar como no fuera el futuro.

Está muy bien ser una persona racional y pragmática, poner distancia con el pasado individual y colectivo, y mantener a raya los sentimientos sin dejar que interfieran en nuestra vida ni tomen decisiones por nosotros; seguramente nos ahorraríamos muchos errores en el terreno práctico cuyas consecuencias luego arrastramos durante largo tiempo, tan largo que a veces es para siempre. Lo que pasa es que con mucha frecuencia nuestros actos y nuestras decisiones acarrean daños colaterales en mucha gente, gente a la que queremos, que nos preocupa y a la que intentamos no perjudicar o perjudicar lo mínimo imprescindible, aún a costa de perder un poco. Hablo de ser racional, pero acabo de escribir gente a la que queremos, ya estoy mezclando sentimientos, no tengo solución. Y es que las historias -nuestras historias- casi nunca son blancas o negras, se mueven en la ambigüedad de los grises, en el embarullado espacio de la duda y la contradicción.

Por otra parte, una a veces se pasea por la calle Melancolía para no meterse en el callejón sin salida de la realidad. A estas edades recibimos más malas noticias que buenas, a pesar de que algunos tratemos de inventarnos la vida cada mañana. La realidad es tozuda y cada vez son menos los motivos de alegría, aunque no diré yo que no los haya, virgencita, virgencita que me quede como estoy, tal como se presenta el patio. El otro día hablaba con Pitoya -que es una persona luchadora, optimista y vital y lo ha demostrado durante toda su vida- y se le entrecortó la voz cuando me dijo ¡madre mía, qué etapa nos queda!

Cada uno se protege como puede de la que está cayendo -y no me refiero a la puta crisis- algunos cerrando los ojos y escondiéndose en un permanente lolailo, que me parece muy bien para el que lo sepa hacer y le sirva, pero no es mi caso; otros en el alcohol y entonces puede ser peor el remedio que la enfermedad, los menos en el trabajo si lo tienen y les llena y muchos en la melancolía, que es un refugio ilusiorio pero que no hace daño a nadie. Además, cuando la melancolía se mezcla con el talento, surgen cosas como esta canción o Blowing in the wind, por poner algún ejemplo de obras maestras melancólicas; ni de lejos me comparo con esos maestros, pero lo sigo intentando a ver si alguna vez suena la flauta. Yo no tengo receta, trato de aprovechar los buenos ratos, que los hay, disfrutar con mis amigos y evitar en lo posible los malos rollos. Quitar importancia a lo que no la tiene, obviar las tonterías que oxidan las relaciones, ya sean de pareja, familiares o de amistad y valorar todo el rato la suerte que tengo.

Y procurar no quedarme sin que la gente que quiero sepa que la quiero. Que luego, de repente, se acaba el tiempo.

lunes, 23 de febrero de 2009

LOS PRINCIPES AZULES

Las noches eran frescas, pero se arrebujaba bien en la manta y dejaba la ventana abierta, para mirar desde la cama aquella negrura de luna nueva, abigarrada de estrellas, muy juntas, como si no hubiera sitio para todas en la inmensidad del firmamento. En ningún cielo se veían más estrellas por centímetro cuadrado. Otras veces era la luna; en el recuadro de la ventana reinaba la esfera de nácar y con su luz blanca y fría se batía en retirada aquel ejército brillante. La luna se quedaba sola, dueña y señora de la noche, un poco triste en su grandeza.

En la soledad de la habitación escucha el canto de los grillos, todos los ruidos misteriosos del campo y es un placer dejarse llevar, dar rienda suelta a sus sueños más secretos y acabar llorando un poco, con un llanto casi placentero al pensar en ese chico que camina un poco de puntillas y le sientan tan bien los vaqueros; que no le hace ningún caso, pero ella sabe que le querrá siempre, que esto no tiene cura, que se aparecerá en su ventana todas las noches de su vida, jugando al balón con la luna llena o montado en el carro de la Osa Mayor.

Por entonces la vida era el verano, año tras año, durante esos tres meses, plantamos y regamos el árbol futuro de la amistad, echando unas raíces que se entrelazaron bajo tierra y siempre tiraron de nosotros aunque algunos nos fuéramos lejos, aunque nuestros caminos se perdieran por derroteros ajenos a nuestras vivencias comunes. Creo que lo que se vive en la adolescencia imprime un sello imborrable y cuando toda la adolescencia se comparte con las mismas personas, con los mismos amigos, ese marchamo abarca el alma común del grupo, de manera que lo que no recuerda uno, lo recuerda otro y entre todos se reconstruye la memoria colectiva. Y eso no se puede borrar.

Unos y otras, en algún momento fuimos príncipes y princesas azules, todos amamos en silencio a alguien con quien convivíamos a diario sin dejarlo traslucir salvo en el rubor incontrolable o en una falsa indiferencia. O en el leve estremecimiento del roce de una mano. En algunos casos esos amores secretos salieron a la luz y llegaron a compartir el trono y el color azul se fue destiñendo en el más pedestre color carne; luego, algunos príncipes se convirtieron en ranas y algunas princesas se cubrieron de harapos cuando dieron las doce en el reloj de la convivencia. Unos aguantaron el tipo y otros tiraron por la calle de en medio. Pero hubo quien nunca cumplió sus sueños de las noches estrelladas y las lágrimas de luna llena nunca llegaron a secarse del todo; la vida de cada uno tiró por donde pudo o por donde nos dejaron, nos defendimos como gatos panza arriba de las acometidas que nos reservaba el tiempo o nos acoplamos a lo que había. De aquellos adolescentes, a unos les fue bien, a otros regular y a otros de pena. Algunos murieron, todos envejecimos, pero mientras nos dejemos engañar por el espejismo de los principes azules, de vez en cuando se nos encenderá por dentro un fogonazo de juventud.

martes, 17 de febrero de 2009

OBJETIVOS

"Pasa muchas veces y hoy ha vuelto a ocurrir. La actualidad nos trae noticia palpitante, en carne viva, de asuntos sobre los que estábamos tratando con frialdad burocrática. Pasa mucho. A menos de veinte metros de la costa de Lanzarote volcaba una patera, y dejaba en nuestro litoral veintiún cadáveres, catorce de ellos menores de edad. Cuando esto ocurría estábamos conociendo la nota de una comisaría de Madrid, que fijaba como objetivo para sus policías la detención de un cupo mínimo de inmigrantes sin papeles; a bulto, carne a peso. Rubalcaba explicaba luego que debió haber un malentendido en la interpretación de las órdenes, pero la doble escena -Lanzarote y los arrestos a tanto la pieza- constituye un todo indigerible, vomitivo mas bien, para estómagos con alguna sensibilidad humana o democrática. Ahora bien, siendo sinceros, ¿cuánto de sensibilidad humana o democrática le queda a nuestro estómago individual y social?. Seguramente muy poco. Los cayucos abarrotados de famélicos explotados ya no nos dan ni frío ni calor. Son imágenes de rutina. Y los inmigrantes nos parecen seres humanos solamente en época de prosperidad. Si acaso, en tiempos de crisis son sombras amenazantes, a las que quisiéramos ver evaporarse, con sus familias incluidas, allá por donde vinieron. Si el Ministerio ha dado esa orden, o una parecida, si los policías la cumplen, y patrullan nuestras calles para cazar a lazo inmigrantes (tantos al día, tantos a la semana, tantos al mes), como se recogen los cubos de basura, tendremos que aceptar dos verdades durísimas. Primera: que eso es repugnante, indigno de una sociedad civilizada, y dos: que eso es lo que quiere un altísimo porcentaje de la población. En materia de inmigración, hace mucho que el llamado mundo civilizado ha interiorizado un discurso utilitarista, ajeno a los derechos humanos, menos diferente de lo que creemos del viejo pensamiento esclavista. Dicho esto ya podemos preparar nuestras mejores lágrimas de cocodrilo. Nos vamos a Lanzarote."

Yo me siento incapaz de añadir o quitar una sola coma a estas palabras de Iñaki Gabilondo que, con su objetiva frialdad, hizo que se me agarrotaran las tripas durante unos instantes. Pero enseguida me sequé las lágrimas de cocodrilo y me fui a la cocina a prepararme unos espaguetis. Tenía hambre, aunque seguramente no tanta como los inmigrantes que llegaron en el cayuco hasta casi rozar con las manos la orilla de sus sueños. Veintiséis muertos, veinte chavales de entre cuatro y diecisiete años. ¿De qué clase de infierno huyen para venir a un lugar donde seguramente servirán para que la policía cumpla los objetivos señalados? Embarcarse en un cayuco cuesta un dinero y muchas veces son las propias familias de esos chicos las que se entrampan para enviarlos a España sabiendo que, en el mejor de los casos, su destino será un centro de internamiento en el que posiblemente aprendan un oficio y en el peor, la muerte.

Trabajar por objetivos produce mucho stress, uno nunca sabe lo que va a ganar a fin de mes ni las vacaciones que podrá disfrutar, porque depende de que se cumplan o no los objetivos señalados. Es un sistema que ha demostrado cumplidamente su eficacia y los trabajadores de multinacionales lo saben bien. Además, a los que los alcanzan, enseguida les ponen otros objetivos más altos. -Venga que tú puedes. ¿Cuantos ilegales te has hecho este mes? pues el mes que viene el diez por ciento más, o el veinte ...y mejor marroquíes, oyes, que son más rentables; la expulsión por carretera sale más a cuenta. No hay quien aguante tanta presión y encima con la competencia que hay dentro de la empresa, que cualquier compañero te puede pisar el puesto como aflojes un poco

Dice Rubalcaba que "la prioridad de la Policía es detener ilegales cuando estos inmigrantes están vinculados a actividades delincuenciales" y digo yo que las actividades delincuenciales -vaya palabro- habrá que perseguirlas por igual en los ilegales, en los legales y en los mediopensionistas de aquí, que haberlos, haylos. Digo yo que la prioridad debería ser detener a los delincuentes sean o no inmigrantes, sean o no ilegales. El ministro se ha cubierto de mierda dejando entrever una cierta equivalencia entre inmigración y delincuencia y alimentando la xenofobia, por si fuera poco ese altísimo porcentaje de la población del que habla Iñaki.

miércoles, 11 de febrero de 2009

HIPÓTESIS

No es muy original hablar en estos días de lo de Eluana, circulan por ahí infinitos artículos, reportajes y blogs dedicados a este tema, a favor y en contra, con argumentos más o menos razonables y más o menos peregrinos. Entre estos últimos, se lleva la palma el esgrimido por el inefable Berlusconi -según el diccionario de la R.A.E., inefable quiere decir "que no se puede explicar con palabras- que llegó a decir que "Eluana podría incluso, hipotéticamente, tener un hijo", no sé si por fecundación in vitro o por el sistema -mucho más primitivo, pero de probada eficacia- que propone Almodóvar en "Hable con ella". Igual pensaba ofrecerse como donante, dada su admiración por las mujeres italianas a las que, según sus propias palabras, no puede proteger de las violaciones porque son demasiado hermosas y no hay policía capaz de reprimir los impulsos que desatan en sus conciudadanos varones.

Hipotéticamente, Eluana podría tener un hijo, hipotéticamente podría enamorarse, hipotéticamente podría ser una gran investigadora en células madre, hipotéticamente podría ser una campeona de tenis; incluso, en la mejor de las hipótesis, podría dedicarse a la política y llegar a ser presidenta del gobierno italiano, ganando en unas elecciones a ese impresentable. Lo malo es que todas esas hipótesis y las que nos queramos imaginar ya duraban diecisiete años y la cruda realidad era que Eluana Englaro estaba en estado vegetativo irreversible. Otra hipótesis es que podría haber continuado así por toda la eternidad -en esa absurda muerte con latido- incluso después de que murieran sus padres, Berlusconi, las monjas que tan altruistamente se han ofrecido a seguir metiéndole la comida por un tubo, el Papa, la Liga Norte y la madre que parió a la Liga Norte. Hipotéticamente, podría acabarse el mundo y el corazón de Eluana seguir latiendo por los siglos de los siglos, amén.

Que a estas alturas del partido todavía se cuestione el derecho a no prolongar eternamente la muerte -que no la vida, porque eso no es vida- es algo que no me entra en la cabeza.

El tierno corazón de Berlusconi está dolorido porque no le ha dado tiempo a promulgar una ley que impida dejar de alimentar artificialmente a las personas que se encuentren en la situación de Eluana. Sin embargo, parece que no le enternecen tanto los sin papeles que puedan caer enfermos, ya que poco antes de que saltara a la actualidad el triste caso de Eluana, había sacado adelante una ley real, nada hipotética, para que los médicos y sanitarios delaten a cualquier inmigrante ilegal que pise un hospital público. Así mismo, ha endurecido las penas de cárcel para los expulsados que permanezcan en suelo italiano, que pueden llegar hasta cuatro años. Y ha autorizado las pandas de matones para perseguirlos, patrullas de xenófobos de la antedicha Liga Norte, sin más acreditación legal que su racismo y su odio.

A mí todo esto me pone muy mal cuerpo. Voy a ir cuanto antes a firmar mi testamento vital. Por lo que pueda pasar.

viernes, 6 de febrero de 2009

EL HUMO DE MI PADRE

Cuando yo era pequeña me encantaba que mi padre me sentara en sus rodillas y, con los labios en forma de O, soltara el humo poco a poco, haciendo unos aros perfectos que yo atravesaba con el dedo. Esta escena ocurría allá por el paleolítico, de haberse producido ahora mi padre hubiera ido a la cárcel por malos tratos a menores y le hubieran retirado la patria potestad sobre sus cuatro hijos. Lo que no deja de ser una contradicción, además de una hipocresía y una injusticia. Deleitarme en el placer de que el humo ciegue mis ojos es un lujazo que me cuesta la friolera de novecientos doce con cincuenta euros al año -eso contando con una cajetilla diaria y comprada en el estanco, que a veces son más y si la necesidad aprieta, lo compro en una máquina. Pues el 77,6 por ciento de esa cantidad, es decir, setecientos ocho con diez euros al año, no me la fumo, sino que la dono graciosamente -junto con otros casi trece millones de fumetas pringaos, lo que supone un montante aproximado de más de nueve mil millones de euros- a las arcas del Estado para que pueda financiar las necesidades básicas de mi país y ayudar a los bancos, por supuesto, sin perder la paciencia. Con el alcohol pasa igual, de manera que como nos dé a todos los fumadores y bebedores, que somos básicamente los mismos -los vicios nunca vienen solos- por dejar de fumar y de beber y nos dediquemos al senderismo, aquí arde Troya. Encima, tenemos el detalle de morirnos pronto, casi sin tiempo de cobrar la pensión por la que hemos cotizado toda la vida, lo que también es un pico para la seguridad social. Leo en Algodón Azul, el blog de Hayda, que Obama ha promulgado una ley de sanidad gratuita para la infancia -que, manda güevos, ya era hora- a cargo de los impuestos sobre el tabaco; con todo esto yo creo que los fumadores americanos y los españoles mereceríamos, al menos, un poco de gratitud por parte de nuestros gobiernos y de nuestros conciudadanos no fumadores, sean o no banqueros.

Todo esto viene a cuento porque hace cuatro días fue el aniversario de mi padre, que era un fumador empedernido y yo crecí entre las volutas azuladas de sus cigarrillos. Si tuviera que dar una definición rápida de mi padre, diría que era fundamentalmente un homb
re tranquilo y una buena persona. Simpático y acogedor, con un humor y una ironía muy personal -de la que es buena muestra el famoso telegrama- pero al mismo tiempo reservado para sus cosas y hermético en sus sentimientos, lo que hacía muy difícil conocerle, escondido en una aparente impasibilidad que mi madre, mucho más emocional, llevaba mal. De su historia de amor -y de su evolución a lo largo del tiempo- mis hermanos y yo, sólo tuvimos la versión de ella para lo bueno y para lo regular; discreto hasta la exageración, nunca buscó protagonismo alguno ni jamás se dió importancia, pese a haber llegado al grado más alto en su profesión de militar. Los galones le produjeron una satisfacción íntima, era la culminación de su carrera y de su vocación, pero siempre fue incapaz de pavonearse ni de abusar de ellos. Cuando se le asignó coche oficial, un coche con chofer para su uso y disfrute, nunca lo utilizó para nada fuera de su cargo, ni siquiera para sus visitas al Valle de los Caídos en los veintenes -con esto no hace falta hablar de su ideología- hasta el punto de que uno de los conductores que tuvo, un chico vasco que tenía ganas de conocer el valle en cuestión, se quejó de que no le pidiera que le llevara: -es que el general, por no molestar... Realmente era un militar atípico, vocacional hasta la médula, pero carente por completo de autoritarismo, casi tierno en su uniforme.

El primer día que entré a trabajar en la Armada, él estaba todavía en activo y me pareció lo más natural del mundo comer con él, puesto que estábamos en el mismo edificio. Pero ¡ay! yo ignoraba el clasismo que imperaba en la institución y sin querer le puse en un compromiso. Yo era una vil curranta y él era el Intendente General de la Armada y eso no había quién lo moviera. Los almirantes y generales comían en un comedor aparte, servidos por marineros, en mesas preciosas. Los oficiales en otro, autoservicio, y los suboficiales y la canalla civil en un tercero, que luego comprendí que era el más divertido. El caso es que el pobre, por no decirme que no, me llevó al comedor del almirantazgo y en mi vida lo he pasado peor, allí sentada entre aquellos señores llenos de galones que se pasaron la comida protestando de las secretarias que se quedaban embarazadas y les dejaban colgados. Casualmente yo estaba embarazada de Jaime, aunque todavía no se me notaba y no lo había dicho a nadie.

Mi padre era muy religioso, con una fe del carbonero a prueba de bomba, de los que no se hacían preguntas; sin embargo nunca intentó imponer a nadie sus ideas y cuando fuimos evolucionando, cada uno a su estilo, nunca dijo nada. Es verdad que mi separación le supuso un disgusto, porque le parecía que me ponía en el camino de la condenación eterna. Menos mal que no le dio tiempo a enterarse de nada de lo que vino después.

Quizá por su discreción natural y su modestia, hasta el destino le robó el protagonismo cuando cayó enfermo, al coincidir con una grave enfermedad de mi hermana pequeña con horrible pronóstico, que afortunadamente el tiempo ha demostrado equivocado. Pero él pasó tres años de deterioro paulatino sin una queja, cada vez más diminuto, cada vez más grande. Hasta que se fue tranquilamente, después de pedir quedarse solo con mi madre para decirle todas las cosas bonitas que no le había dicho en cuarenta y cinco años.

Yo me quedé también sin decirle cuanto le quería, quizá no supe atravesar la niebla, el humo aquel que le envolvía. A los pocos meses murió Jaime y se llevó todas las lágrimas de las que disponía, también las que le hubieran correspondido a mi padre; se mezclaron todas en el mismo río.

El humo sigue cegando mis ojos, pero nunca me han salido bien los aros y mira que lo intento.

viernes, 30 de enero de 2009

PARADOS

Hace cuatro días que empecé este post sin conseguir terminarlo hasta ahora; no he podido como otras veces robar unos minutos al contribuyente porque todavía ayer tenía el despacho lleno de contribuyentes, como El Corte Inglés el primer día de rebajas. El motivo de tanto trabajo ha sido, precisamente, el paro. Resulta que mi ministerio ha convocado un proceso selectivo para elegir a setenta personas con las que confeccionar una bolsa de empleo de ordenanzas. Entrar en esta bolsa sólo significa para cada uno de los aspirantes que su nombre figure en una lista, más arriba o más abajo que otros sesenta nueve, con la remota posibilidad de que alguna vez los llamen para realizar una sustitución temporal. Probablemente nunca se llegue a llamar a nadie que esté en la segunda mitad, porque la lista tiene un tiempo de caducidad y cuando se pasa, se convoca otra igual de incierta. Sólo es eso, una lejanísima esperanza de trabajar un máximo de seis meses como ordenanza de un ministerio. No creo que el sueldo llegue a los mil euros mensuales. Pues el aluvión de personas de cualquier sexo, edad o condición social, para optar a semejante entelequia ha sido descomunal, desbordando todas las previsiones.

Es un desfile incesante de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, solteros, casados, padres y madres de familia, más o menos ignorantes, más o menos sabios; muchos con titulación universitaria, todos rellenando la instancia con la misma minuciosidad e igual interés que si estuvieran optando a una plaza fija de notario o registrador de la propiedad para toda la vida.

Gentes que me miran desde la desesperación, me preguntan qué hay que poner en tal o cual casilla como si de ello dependiera su vida o su muerte. Algunos me cuentan su caso -he trabajado durante cinco años como autónomo, en la hostelería; el negocio se ha ido al carajo y ni siquiera cobro paro. El que así habla es un hombre de unos cincuenta años, bien vestido con abrigo azul marino y corbata, como si se hubiera arreglado para causar buena impresión. El corazón se me encoge con sus historias, verdaderas tragedias de la vida vulgar, como aquel libro de cuentos tristes de Wenceslao Fernández Florez. Una y otra vez les explico las cosas, trato de que desistan, que no se traguen la cola del registro, que no depositen sus esperanzas y la escasa energía que les va quedando en esta quimera tan cutre. Mire, esto no es una contratación, sólo es una bolsa; no, no sirve su experiencia como camarero ni la suya como informático, ni los cursos de analista de sistemas, sólo se van a valorar los contratos de trabajo en puestos similares. Todo es inútil, ninguno abandona; hacen fotocopias de sus papeles, guardan una cola de varias horas y luego se van con un sello oficial sobre su angustia.

Esto es la gran tragedia de la puta crisis. Yo no sé si las empresas que se están acogiendo a los ERE's y despidiendo masivamente a los trabajadores están perdiendo mucho o dejando de ganar tanto como antes, pero no es lo mismo una cosa que otra.

Aquí está desapareciendo la clase media; cada vez es más astronómica la distancia entre ricos y pobres, cada vez más dinero está concentrado en menos manos. Los comedores de caridad están atestados pero los restaurantes de lujo se siguen llenando; la crisis y la miseria, para los de siempre. Sólo que los de siempre son cada vez más.

La película Full Monty trató el tema del paro con un humor tierno y amargo que nos arrancó algunas carcajadas, al mismo tiempo que nos agarrotaba la garganta, pero la realidad maldita la gracia que tiene.

domingo, 25 de enero de 2009

ALGO QUE AÑADIR?

lunes, 19 de enero de 2009

LA TERCERA EDAD

Según dice la Wiky, Felipe González nació el 5 de marzo del 42, de manera que dentro de mes y medio cumplirá sesenta y siete tacos de almanaque, lo que no es óbice ni cortapisa para que esta semana nos haya sorprendido con un nuevo amor, y yo que me alegro. Felipe González y su novia -que, aunque más joven, tampoco es una niña- son sólo un ejemplo de que esta cosa del amor no se acaba nunca y de que las ganas de vivir y el espíritu joven no tienen necesariamente fecha de caducidad. Incluso en algunos casos puede ser el momento más propicio, cuando ya se han hecho los deberes en el aspecto profesional y/o económico, los hijos están crecidos y son independientes, la lucha cotidiana por la supervivencia y las tensiones han disminuido y la vida es más tranquila.

Todo esto es pura teoría, porque la década de los sesenta -en la que me falta muy poquito para entrar- encierra una acumulación de funciones difícilmente compaginables. Los padres y madres que nos quedan -a los que nos queda alguno o los dos- son muy mayores, muy frágiles, están llenos de miedos y de soledades, cada día son más dependientes física y psíquicamente y en ocasiones nos miran desde muy lejos, como si estuvieran presos en el pasado. Alguien dijo que los viejos no piensan, sólo recuerdan. Yo creo que a veces se sienten atrapados entre la nostalgia del pasado y el miedo a lo que está por venir.

Los hijos están en la treintena y su vida es muy complicada: ellos y ellas trabajan -y que dure, lagarto, lagarto- tienen hijos pequeños que se ponen malos cada dos por tres, que no les dejan dormir lo que necesitan, hipotecas que pagar, una competitividad laboral cada vez más estresante, unas condiciones que no son las mejores para la intimidad de las parejas, en fin, un enorme agotamiento personal que también repercute en nosotros, los abuelos, porque los hijos son para siempre y no se puede dimitir del cargo de padre o de madre. Además, muchos aún seguimos trabajando y tratando de buscar la estabilidad, en el aspecto puramente material y en otros más emocionales y no siempre estamos disponibles para echar las manos que necesitan unos y otros, lo que nos crea -a mí, al menos- un difuso pero persistente sentimiento de culpa.

Por otra parte, la salud y las fuerzas físicas ya no son las que eran; por bien que nos encontremos, muchas veces nos duele aquí y allá, estamos cansados, la maquinaria empieza a fallar. Eso, en el mejor de los casos, porque también vemos el goteo incesante de amigos que se van, víctimas de esos dos monstruos -el cáncer y el infarto- que se ceban sin compasión en estas edades; todos los días nos enteramos de alguien a quien queremos sobre el que planea la amenaza y debe empezar una durísima batalla. Si ese alguien es cercano, su dolor y su angustia también son nuestros. Cada amigo que se va, se lleva con él un trozo de nuestras vidas y nos deja un poco más solos, un poco más tristes y un poco más débiles.

Pero, a pesar de todo esto, en algún rincón de nuestra alma sobreviven la risa, la alegría y el impulso irracional de amar contra viento y marea. El impulso de exprimir la naranja ya casi esquilmada de la vida y de bebernos esas gotas tan dulces.

Y me coge un deseo de vivir y ver amanecer, acostándome tarde, que no está en proporción con la edad que ya tengo. Jaime Gil de Biedma murió con sesenta años, pero esto lo escribió antes de cumplir cuarenta, en la flor de la edad, diría yo. No sé qué pensaría de esa proporción a los sesenta, pero ocurre lo mismo porque la naturaleza es sabia y quizá sin un gramo de locura, no podríamos seguir. Y es que esto es demasiado. Nos acometen las ganas de llorar con la misma urgencia que las ganas de vivir, es una cosa muy rara.

domingo, 18 de enero de 2009

OTRA OPINIÓN

Los niños muertos
GUSTAVO MARTÍN GARZO 18/01/2009


No deberíamos olvidar nunca las imágenes de los niños palestinos heridos y muertos difundidas estos días por los medios de comunicación. Un padre mostraba el cuerpecito de su hijo como si fuera un cesto vacío; tres hermanos, tirados entre la ropa vieja, recordaban los corderos que se llevan las inundaciones; varios pequeños miraban en un hospital a los adultos como esos animales domésticos que no entienden al hombre. Son imágenes que nos acusan, pues somos responsables de ellas. Somos responsables por nuestra indiferencia, y por elegir en las urnas a gobiernos incapaces de reaccionar con dignidad ante horrores así.

Los gobernantes de Israel están traicionando la delicada y honda cultura judía.

En los noticieros de Israel no existen los niños y las mujeres muertos en Gaza.

Porque estos niños heridos y muertos recuerdan al rey Herodes y la matanza de los inocentes. No es una exageración. Los militares y políticos israelíes que han iniciado esta guerra no son mejores que el cruel rey que ordenó la muerte de los niños. Aún más, Herodes no rehuía la responsabilidad de sus actos. Es la diferencia entre los nuevos señores de la guerra y los villanos que poblaban nuestras fantasías infantiles.

Los antiguos villanos se sabían egoístas y malvados, lo que, paradójicamente, les volvía humanos; pero hoy día, ningún poderoso acepta actuar en nombre de sus propias pasiones. Los políticos de Israel se lamentan de que estén muriendo civiles en los bombardeos, pero son ellos los que lo ordenan. La culpa, nos dicen, es de Hamás y de los propios palestinos, que apoyan a grupos terroristas. Los niños mueren, pero nadie se hace responsable de ello, porque el mundo moderno ha apartado de sí la idea de la culpa, como responsabilidad personal.

Nuestros gobiernos lamentan, por ejemplo, los horrores de la guerra, pero a la vez venden las armas que se utilizan en los campos de minas en los países del Tercer Mundo, como denunció el fotógrafo Gervasio Sánchez en su valiente discurso en los Premios Ortega y Gasset. El mundo, la moral que hemos creado, absuelve a los poderosos de la responsabilidad y la culpa: les basta con alegar dudosas razones de Estado. Pero la muerte o la mutilación de un niño es uno de esos límites que no se pueden cruzar sin que todo lo que hemos construido, nuestro mundo y nuestros valores, se derrumbe como un castillo de naipes.

La razón de esta indiferencia es muy simple: no reaccionamos de la misma forma ante el sufrimiento de los otros como ante el propio. La convicción de que la víctima no es de los nuestros hace que el daño que se le pueda causar no sea visto igual que si fuera uno de nuestro grupo, raza o nación el afectado. Israel se comporta así con los palestinos. No se trata de una guerra de religiones, ni del enfrentamiento de culturas distintas (las culturas árabes, judías y cristianas tienen un tronco común), sino de un simple problema de racismo.

En el fondo, una parte importante del pueblo israelí no considera que los palestinos sean sus iguales. Sus gobiernos llevan años deshumanizándolos, y han hecho de Gaza un campo de concentración donde un millón y medio de seres humanos malviven como el ganado. Un sentimiento básico como la compasión desaparece cuando somos incapaces de ponernos en lugar del otro; por eso, los políticos israelíes pueden esgrimir fríamente la existencia de los atentados de Hamás para justificar sus crímenes. Pero Hamás es un grupo terrorista y no tiene sentido hacer responsable a la población civil de sus actos. Aún más,Hamás no existiría si los palestinos no vivieran humillados. Es una organización que instrumentaliza el sufrimiento de su pueblo, y que sin duda saldrá fortalecida de esta guerra. ¿Es tan torpe el Gobierno de Israel para no saber esto o es justo lo que busca para justificar en el futuro el uso arbitrario de la fuerza? Los palestinos de Gaza proceden de Israel, de donde fueron expulsados.

Israel y Egipto sellan sus fronteras impidiendo la libre circulación de los bienes y las personas. Los jóvenes no tienen futuro, viven en condiciones de extrema pobreza, y esta ausencia de perspectivas alimenta sus sentimientos de odio, pues la falta de libertad es más exasperante que la pobreza. En sus hospitales no hay medicinas, sus escuelas son pobres, no hay un Estado que les proteja. Debido a ello se vuelcan en grupos islamistas, que dan de comer a sus ancianos y enfermos, protegen a sus mujeres y llevan a la escuela a sus hijos.

Sorprende que algo así se mantenga desde hace años ante la indiferencia de todos. Refiriéndose a la situación de los palestinos en Gaza, un periodista escribió: "Aquí la vida y la muerte son lo mismo". Pero, paradójicamente, es el Gobierno de Israel el que se hace la víctima. Para ello apela al miedo, que deshumaniza al otro, pues nos hace verle como una amenaza. Los políticos y militares de Israel causan la muerte de centenares de personas, y dicen estar librando una lucha de supervivencia. Pero son ellos los que tienen el poder, el dinero, la fuerza, frente a los palestinos que no tienen nada. Piensan que haber sido los perseguidos en otro tiempo les da una autoridad moral infinita para hacer lo que quieran. Pero "ser una víctima, ha escrito Elisa Martín Ortega, no implica bondad ni rectitud. No es un valor, sino una condición, una desgracia". Los políticos de Israel hablan de terrorismo, pero qué decir de la guerra que ellos han iniciado, de los bombardeos de las escuelas y los mercados, de los niños que matan. ¿Cómo llamarán a eso?

Pero en Israel, esos niños no existen. Sus soldados no hacen daño a los enfermos, ni a las mujeres ni a los ancianos; sus bombas no destruyen las escuelas, los mercados o los hospitales. Hay un control absoluto de la información, y ni en la televisión ni en los periódicos se habla de lo que ocurre en Gaza de verdad. Aún más, ante cualquier crítica se invoca el antisemitismo como argumento defensivo principal, aunque sean sus gobernantes los que estén traicionando los principios de la delicada y honda cultura judía que dicen representar. Es una conducta que exaspera a los palestinos, a los que sólo queda la salida del fanatismo. El fanatismo se alimenta de la debilidad. El principio de que todo hombre debe reconocer al otro como un semejante, lejos de ser evidente, es una conquista de la voluntad. Que la inteligencia venga a socorrer al amor, escribió Antoine de Saint-Exupéry. Sólo los más fuertes, desde un punto de vista moral, son capaces de evitar responder con violencia a los violentos y de escuchar las palabras de la dulce y amigable razón.

Emmanuel Lévinas, en una de sus lecciones talmúdicas, habló de las ciudades refugio. Eran lugares en que podían cobijarse quienes habían matado a alguien sin quererlo. Su acción había sido involuntaria, por lo que no podían ser condenados, pero necesitaban protegerse de los amigos o familiares del muerto. Eso era una ciudad refugio, un lugar donde se recibía a los que, no siendo culpables, tampoco eran enteramente inocentes. Lévinas pensaba que Occidente podía verse como una de esas ciudades refugio. Puede que no seamos culpables de las cosas que ocurren a nuestro alrededor, pero tampoco somos inocentes de ellas. No deberíamos olvidar esto, a riesgo de caer en lo más terrible: la indiferencia ante el dolor de nuestros semejantes.

Este sí, este lo suscribo de principio a fin.

martes, 13 de enero de 2009

MANIFESTACIONES Y VERDADES

"¿Por qué no vemos manifestaciones en París, o en Londres, o en Barcelona en contra de las dictaduras islámicas? ¿Por qué no lo hacen contra la dictadura birmana? ¿Por qué no hay manifestaciones, en contra de la esclavitud de millones de mujeres, que viven sin ningún amparo legal? ¿Por qué no se manifiestan en contra del uso de niños bombas, en los conflictos donde el Islam está implicado? ¿Por qué no ha liderado nunca la lucha a favor de las víctimas de la terrible dictadura islámica de Sudan? ¿Por qué nunca se ha conmovido por las víctimas de los actos de terrorismo en Israel? ¿Por qué no considera la lucha contra el fanatismo islámico, una de sus causas principales? ¿Por qué no defiende el derecho de Israel a defenderse y a existir? ¿Por qué confunde la defensa de la causa palestina, con la justificación del terrorismo palestino? Y la pregunta del millón, ¿por qué la izquierda europea, y globalmente toda la izquierda, solo está obsesionada en luchar contra dos de las democracias más sólidas del planeta, Estados Unidos e Israel, y no contra las peores dictaduras? Las dos democracias más sólidas, y las que han sufrido los atentados más sangrantes del terrorismo mundial. Y la izquierda no está preocupada por ello. Y finalmente, el concepto de compromiso con la libertad. Oigo esa expresión en todos los foros propalestinos europeos. '¡Estamos a favor de la libertad de los pueblos!', dicen con ardor. No es cierto. Nunca les ha preocupado la libertad de los ciudadanos de Siria, de Irán, del Yemen, de Sudan, etc... Y nunca les ha preocupado la libertad destruida de los palestinos que viven bajo el extremismo islámico de Hamás. Solo les preocupa usar el concepto de libertad palestina, como misil contra la libertad israelí. Una terrible consecuencia se deriva de estas dos patologías ideológicas: la Manipulación periodística. Finalmente, no es menor el daño que hace la mayoría de la prensa internacional. Sobre el conflicto árabe-israelí NO SE INFORMA, SE HACE PROPAGANDA. La mayoría de la prensa, cuando informa sobre Israel, vulnera todos los principios del código deontológico del periodismo. Y así, cualquier acto de defensa de Israel se convierte en una masacre y cualquier enfrentamiento, en un genocidio. Se han dicho tantas barbaridades, que a Israel ya no se la puede acusar de nada peor. En paralelo, esa misma prensa nunca habla de la ingerencia de Irán o Siria a favor de la violencia contra Israel; de la inculcación del fanatismo en los niños; de la corrupción generalizada en Palestina. Y cuando habla de víctimas, eleva a la categoría de tragedia a cualquier víctima palestina, y camufla, esconde o desprecia a las víctimas judías. Acabo con un apunte sobre la izquierda española. Muchos son los ejemplos que ilustran el antiisraelismo y el antiamericanismo que definen el ADN de la izquierda global española. Por ejemplo, un partido de izquierdas acaba de expulsar a un militante, porqué ha creado una web de defensa de Israel. Cito frases de la expulsión: 'Nuestros amigos son los pueblos de Irán, Libia y Venezuela, oprimidos por el imperialismo. Y no un estado nazi como el de Israel'. Otro ejemplo, la alcaldesa socialista de Ciempozuelos cambió el día de la Shoá, por el día de la Nakba palestina, despreciando, así, a más de 6 millones de europeos judíos asesinados. O en mi ciudad, Barcelona, el ayuntamiento socialista ha decidido celebrar, durante el 60 aniversario del Estado de Israel, una semana de 'solidaridad con el pueblo palestino'. Para ilustrarlo, invitó a Leila Khaled, famosa terrorista de los años 70, actual líder del Frente de Liberación de Palestina, que es una organización considerada terrorista por la Unión Europea, y que defiende el uso de las bombas contra Israel. Y etcétera. Este pensamiento global, que forma parte de lo políticamente correcto, impregna también el discurso del presidente Zapatero. Su política exterior cae en todos los tópicos de la izquierda lunática y, respecto a Oriente Medio, su actitud es inequívocamente pro-árabe. Estoy en condiciones de asegurar que, en privado, Zapatero considera a Israel culpable del conflicto, y la política del ministro Moratinos va en esa dirección. El hecho de que el presidente se pusiera una Kefia palestina, en plena guerra del Líbano, no es una casualidad. Es un símbolo. España ha sufrido el atentado islamista más grave de Europa, y 'Al Andalús' está en el punto de mira de todo el terrorismo islámico. Como escribí hace tiempo, 'nos mataron con celulares vía satélite, conectados con la Edad Media'. Y, sin embargo, la izquierda española está entre las más antiisraelíes del planeta. ¡Y dice ser antiisraelí por solidaridad! Esta es la locura que quiero denunciar con esta conferencia.

CONCLUSIÓN. No soy judía, estoy vinculada ideológicamente a la izquierda y soy periodista. ¿Por qué no soy antiisraelí, como la mayoría de mis colegas? Porqué, como no judía, tengo la responsabilidad histórica de luchar contra el odio a los judíos, y, en la actualidad, contra el odio a su patria, Israel. La lucha contra el antisemitismo no es cosa de judíos, es obligación de los no judíos. Como periodista, estoy obligada a buscar la verdad, más allá de los prejuicios, las mentiras y las manipulaciones. Y sobre Israel no se dice la verdad. Y como persona de izquierdas, que ama el progreso, estoy obligada a defender la libertad, la cultura, la convivencia, la educación cívica de los niños, todos los principios que las Tablas de La Ley convirtieron en principios universales. Principios que el islamismo fundamentalista destruye sistemáticamente. Es decir, como no judía, periodista y de izquierdas tengo un triple compromiso moral con Israel. Porque, si Israel fuera derrotada, serían derrotadas la modernidad, la cultura y la libertad. ¡La lucha de Israel, aunque el mundo no lo quiera saber, es la lucha del mundo!"
Pilar Rahola

La verdad, me jode muchísimo dedicar tanto espacio de mi blog a un artículo de Pilar Rahola -y mira que es largo- pero me lo ha enviado mi amiga Merche y me veo en el deber de reflexionar un poco sobre lo que dice esta buena señora, aunque confieso que me da una pereza mortal. Ya en el anterior post dije que no soy una entendida en el conflicto árabe-israelí, que para mí es un galimatías inexcrutable cuyos motivos y contramotivos se remontan a los últimos años 40, antes incluso de que yo naciera -que es casi la prehistoria- y mucho antes de que naciera la señora Rahola. Lo que sí dije y mantengo es que "...la diferencia entre David y Goliat es tan desmesurada que todas las razones y todas las verdades se diluyen en los ríos de sangre que anegan la franja de Gaza." Conozco de sobra a mi amiga Merche y sé que las muertes de civiles palestinos -el cuarenta por ciento de ellas, niños- le duelen tanto como a mí; a lo mejor también le duelen a la señora Rahola, pero en su escrito no se le nota nada. Su escrito más parece una justificación de la masacre que otra cosa. Ella que, según dice, es periodista -aunque todos la recordamos por su actividad política en un partido tan moderado como Esquerra Republicana de Catalunya- debería dedicar más tiempo a difundir información sobre la dictadura birmana para que todos pudiéramos manifestarnos con conocimiento.

Todas esas nobles causas que enarbola la señora Rahola seguramente son muy justas, pero no tiene nada que ver el culo con las témporas y su escrito deja un regusto de alegato antiárabe tan visceral y tan injusto como el antisionismo que critica. Entre otras consideraciones, parece que mete en el mismo saco al islamismo y al terrorismo islámico y son cosas muy distintas.

Si algo debe distinguir a las democracias de las dictaduras es el respeto a los derechos humanos y, sobre todo, el derecho a la vida de los inocentes. Y la democracia israelí se está pasando todos los derechos humanos por el mismísimo arco del triunfo.

El domingo no fui a la manifa, aunque me lo pedía el cuerpo y el alma. Me quedé haciendo unas albóndigas en salsa cazadora y tomando unos vinos con mi chico. En la tele del bar salió Zerolo en la mani y unos paisanos del barrio comentaron que ya estaba ahí el maricón ese y que no protestaba por el paro. No hay champú que acabe con la caspa del alma.

Lo malo de las manifestaciones multitudinarias es que siempre se mezclan churras con merinas y cada facción las utiliza y las deforma en su propio beneficio; por si hubiera alguna duda al respecto, lo ha dejado bien patente con su beatífica presencia en la de Belfast, el célebre pacifista Iñaki De Juana Chaos, manda güevos, que el solito ha matado más gente que todo el ejército israelí, proporcionalmente, claro está. Conozco gente conservadora que en el 2003 salió a la calle de buena fe, porque realmente le repugnaba lo que estaba pasando en Irak, y se sintió manipulada por muchas de las cosas que allí se gritaban y algunas de las banderas que ondeaban. A mí misma, hace unos meses, se me puso mal cuerpo cuando, en una manifestación contra la violencia machista, ví más pancanrtas pidiendo el aborto libre que condenando los malos tratos.

Hay que ser muy frío, muy honesto y no tonto del todo, para entresacar de esos conglomerados que son las ideologías, las cosas con las que uno no comulga y no justificar todas las acciones de un gobierno o de un partido político, por el hecho de que tenga nuestras simpatías o nuestro voto. Cuando aquello que se llamó "la guerra sucia contra ETA", es decir, los crímenes del GAL, hubo muchos socialistas que lo justificaron. La vara de medir cambia según a quién haya de aplicarse.

A mí me da mucha pena que las simpatías o antipatías por unos o por otros, pongan vendas en los ojos de las personas decentes y lancen cortinas de humo que difuminen lo que no queremos ver. Lo que quiero decir es que los horrores son horrores los cometa quien los cometa, aunque sean los nuestros. Lo que quiero decir es que igual es posible ser de derechas y condenar las matanzas de inocentes, vengan de donde vengan.

De acuerdo, señora Rahola, las dictaduras islámicas son sanguinarias, corruptas e injustas. Las mujeres no tienen derechos y son tratadas como esclavas sin amparo legal. De acuerdo, señora Rahola, lo de los niños y niñas bomba es un horror que estremece a cualquier persona normal, sea cual sea su ideología. El terrorismo islámico no hay por donde cogerlo, como el vasco o como cualquier otro terrorismo. De acuerdo, se está haciendo mucha propaganda contra Israel; en cuanto al fanatismo que se inocula a los niños palestinos, me imagino que es directamente proporcional al que se inocula a los niños israelíes. Pero a un estado democrático y civilizado se le debe notar en algo que lo es. Y, señora Rahola, independientemente de todas esas verdades, el democrático estado de Israel está masacrando a la población de Gaza.

Y, en estas condiciones, la lucha de Israel no es mi lucha, señora Rahola.