domingo, 18 de noviembre de 2007

ANOCHECER

Ya no sonaba la voz de Norah Jones. Esta vez no fue un insolente sol el que como un ladrón entró por la ventana, sino que fue la noche la que entró a saco para ponerme delante de la realidad justo ahora, cuando más desprotegida estaba, despojada de defensas, inerme ante el tiempo infinito.

Estoy tan harta de que me digan eso de es que tú eres muy fuerte, estoy tan harta de ser tan fuerte que es un lujazo que alguien adivine mis miserias y poder quedarme en cueros vivos; con las debilidades a la intemperie y la fragilidad expuesta a cualquier viento. Y es curioso que sea en el entorno fugaz de lo ilusorio donde una pueda mostrar su parte más real, pero quizá también más escondida. Arrancarse las etiquetas que le han puesto los demás y que tal vez le obligan demasiado a enfundarse en el traje de dureza que le sienta tan bien, para no defraudar al respetable; al fin y al cabo, una tiene su prestigio.

Es tan gratificante cruzarse en el camino con quien poder permitirse el lujo de ser débil, quitarse las corazas y dejar que se aireen los puntos vulnerables...

Quité la mesa y eché a lavar el mantel de punto de cruz. La botella de vino estaba vacía y la casa también. La noche y la realidad me cayeron juntas encima; de golpe y porrazo.