
Hay días en que parece que se estrena la vida -ahora que el mundo está recién pintado- y ya no se recuerdan los malos recuerdos. Días en que el espejo me devuelve una imagen distinta de lo que soy, mucho más joven, mucho más guapa, mucho más feliz. Porque el espejo no es un espejo, sino un espejismo que todo lo transforma y lo embellece, que alisa la piel y borra las tristezas. Que enciende los ojos con un brillo cálido y hasta el despertador suena de otra manera.
Me pregunto qué será más verdad, si lo que me dice el espejo o lo que me enseña el espejismo. Me lo pregunto y no sé si me importa, porque estoy cansada de tanta realidad. Corro hacia un espejismo de sosiego donde cerrar los ojos y dejarme llevar, sabiendo que quizá se desvanezca cuando llegue.
A lo mejor es verdad que hay que quedarse a dos jornadas. No llegar nunca, nunca...Y así siempre tender al infinito. Infinito ¡Menuda palabra!