sábado, 15 de marzo de 2008

LO MÁS PARECIDO A LA FELICIDAD

El jueves venía hacia Madrid desde Torrejón a esa hora en que el cielo está tan bonito que es un peligro mirarlo. Con tanta campaña electoral y tanta tensión, casi no me había dado cuenta de que está llegando la primavera, los árboles retoñan despacito y cada día es un poco más largo que el anterior. Las gentes de Madrid son -somos- callejeros por vocación; sobre todo en esta época nunca encontramos el momento de retirarnos a casa y dejar descansar a esta vieja y maltratada ciudad que siempre está dispuesta a aguantarnos. Pero yo estos días me noto cansada, más otoñal que otra cosa, con ganas de quedarme en casa y escasa primavera en el alma.

Una por la radio se entera de muchas cosas, por ejemplo de los nuevos pecados, algunos de los cuales me han dejado muy tranquila porque no están a mi alcance, como ser demasiado rico. Lo que pasa es que observo cierta ambigüedad en la definición y si las cosas se dejan al criterio de cada cual, pues ya se sabe, que algunos tienen una conciencia muy laxa y nunca les parece demasiado.

Los políticos todavía colgaban de las farolas como ahorcados; al arrugarse los carteles, las sonrisas electorales se habían convertido en unas muecas inquietantes. En el atasco me entretenía mirando el cielo que era un prodigio de azules surcado de chafarrinones rosas y en la radio he oído que la inflación de febrero se ha disparado por culpa del tabaco y del alcohol, ahora entiendo yo que cada vez me resulte más duro el fin de mes; ya podía subir, no sé, el caviar o las angulas, pero no los artículos de primera necesidad. También se hablaba del PP sin parar, y eso que ha perdido que si llega a ganar... no sé. Que si uno se va, que si otro se queda, que si la de más allá está enfadada, que si Camps, que si Zaplana, que si Gallardón. A mí la verdad es que me trae sin cuidado lo que hagan estos señores y también los otros, no entiendo por qué nos cuentan sus planes todo el rato como si a todos nos fuera la vida en ello. Creo que ya nos han robado demasiado tiempo, ya hemos votado y punto; ahora que se pongan a trabajar y nos dejen en paz. Ya no quiero que vuelvan a entrar en mi casa, no los he invitado a mis comidas con amigos ni, mucho menos, a que se metan en mi cama.

Quiero que me dejen vivir, amar y bailar boleros. Quiero ver cómo aprenden a andar los gemelos y tener largas conversaciones con Palomita. Quiero reírme con Marcos y enternecerme con Almudena. Quiero acompañar a mi madre en su última etapa y hacérsela más llevadera. Quiero ser consciente de que amo y me aman y también permitirme el lujo de dejarme envolver por esa tristeza dulce que me invade a veces, cuando repaso el álbum de fotos de mi vida y rescato del pasado todos los momentos en que fui feliz. Una vez le oí decir a Antonio Gala que a lo largo de su vida había sido feliz dieciocho días...pero no seguidos. Yo creo que tuve algunos más pero no sé si fui consciente en su momento. Ahora miro en las fotos la sonrisa de Jaime sola, aislada de todo lo que entonces la rodeaba y pienso que quizá cuando estaba conmigo la vida no me dejó disfrutarle como se merecía.

Ahora no quiero que nada ni nadie me robe, ni que nada ni nadie contamine un solo minuto de lo que tengo, que es lo más parecido a la felicidad.