miércoles, 16 de noviembre de 2011

EL DIENTE DEL CABALLO

A caballo regalado
no le mires el diente.
(Refranero popular)

No preguntes por qué;

te amo y eso es más que suficiente.
No busques los motivos
es posible que ni siquiera existan.

No podría adorarte igual que a un dios
y al tiempo estremecerme entre tus brazos,
ni deshacerme en mieles como ofrenda
solo por gratitud
ni entregarte mi vida, boquiabierta
ante la magnitud de tu intelecto.
 
No investigues por qué corren los ríos

o cambia de color el firmamento,
no examines los pliegues que conforman
nuestras contradicciones,
afortunadamente
hay pasiones que escapan a la lógica
y a pesar de nosotros sobreviven.

Si la fortuna nos eligió a ciegas
dejémonos llevar.

No saquemos la lupa

para mirar el diente del caballo.

domingo, 13 de noviembre de 2011

EL "BLAS"


A los que no pudistéis asistir os dejo una pequeña reseña del acto del jueves pasado y a todos los que estuvistéis acompañándome quiero daros las gracias una vez más. Para mí fue una tarde noche absolutamente inolvidable por varias razones. Primero por dar  una alegría a mi madre, que hizo el enorme esfuerzo de estar allí y creo que no me equivoco si digo que lo pasó muy bien.

Las intervenciones del grandísimo poeta José Luis Morales y de Sabina de la Cruz, fueron espléndidas, de una gran categoría tanto literaria como humana. José Luis dijo entre otras muchas cosas:

Y la poesía, la buena poesía, es el arte de decir mucho con pocas palabras, de sugerirlo todo sin mencionarlo casi. No se trata de elegir vocablos con pedigree lírico, cultismos rebuscados, arcanos del diccionario. La poesía no está en la rareza de su léxico, ni en lo insólito de sus expresiones. Al contrario, la poesía está precisamente en la sencillez con que se dice lo que nunca antes había sido dicho así, lo que nunca antes había sido sentido así. 

Y Sabina que, dicho sea de paso, es una persona adorable que no me extraña que tuviera a Blas de Otero durante toda su vida comiendo de su mano, me regaló palabras como éstas:

En sus versos he encontrado SOLEDAD (poblada de sombras que un dia fueron amadas o nos amaron) y DOLOR. Pero también, y con frecuencia, una veta de ternura, expresada con un lenguaje desgarrado y refrescante, en formas coloquiales y cotidianas. No hay arrepentimiento, sino una valiente aceptación de las propias equivocaciones o renuncias, envueltas en una irónica mirada.

Comprenderéis que escuchando estas cosas, una haya engordado al menos un par de kilitos. Si a eso unimos que estuve rodeada de toda la gente que quiero, pues como dije allí, miel sobre hojuelas.

Y la intervención de mi nieto Jaime cuando gritó ¡ABUELA ANA! en medio de tanta seriedad puso el toque divertido. ¿Qué más se puede pedir?

Pues eso, que intentaré alcanzar el nivel poético a que me obliga este premio, aunque insisto con Groucho Marx en que no sé si me conviene entrar en un club que admite a gente como yo.

martes, 1 de noviembre de 2011

¡FELIZ CUMPLEAÑOS, MAMÁ!

Yo quiero un caballo negro
y unas espuelas de plata
para alcanzar a la vida
que se me escapa,
que se me escapa.
(Atahualpa Yupanqui)

Hoy es un día feliz, mamá, porque cumples noventa años.

Hoy es un día triste, mamá, porque cumples noventa años.

Así es la vida, una pura contradicción. Y tenerte aquí, entre nosotros, con esa privilegiada lucidez tuya, es un lujazo y un motivo de alegría. Pero también sé que esa privilegiada lucidez tuya no te permite disfrazar la realidad y que tu proverbial rebeldía te impide aceptar con plácido conformismo las inevitables limitaciones físicas que conllevan tus nueve décadas.

Yo sé que quieres irte porque no te gusta lo que ahora te toca. Pero también sé que quisieras galopar a lomos de ese caballo negro y dar alcance a todo lo que ya se te ha ido. A todos los que ya se te han ido. Quisieras alcanzar a la adolescente de 1936, enardecida por los ideales en los que siempre creíste, hasta ahora mismo. A la guapa, inteligente y coqueta mujer de los primeros cuarenta, adorada por el elemento masculino. A la recien casada, a la madre primeriza, incluso a la abuela joven que muchos tomaban por madre de mi hijo, tu primer nieto. A tus padres, a papá, a Nena, a Jaime. Picarías las espuelas de plata para alcanzar con el lazo a aquel chico tan listo, tan guapo, tan ingeniero que era tu hermano y que ahora no reconoces en ese anciano perdido en el alzheimer en que la vida lo ha convertido. 

Y quisieras atrapar con el lazo los sueños que no llegaron  a cumplirse. Pero vamos a ser serios, mamá. No hay motivo de queja. Cierto que en noventa años da tiempo a ver muchas cosas, buenas y malas, y en nuestra familia -como en casi todas- ha habido de ambas a manos llenas. Y además tú has vivido como tuyas las penas que nos correspondían a los demás en primera instancia, que hasta me entraban celos de que lloraras a Jaime tanto como yo. -Es que -recuerdo que me dijiste- mi pena es doble porque lloro por él y por ti. Por él porque le quería muchísimo y ya no le tengo y por ti porque lo peor para una madre es ver a su hija como yo te estoy viendo a ti. Me dejaste sin respuesta, tenías razón; solo que yo también lloraba por ti, era un círculo vicioso del que parecía que no saldríamos nunca. Pero, mira, salimos. Y hoy Jaime es un recuerdo dulce que nos hace sonreír a todos, a ti también.

Tienes hijos y nietos de todos los colores ideológicos, con muy diferentes maneras de vivir. Yo sé que unos te gustan más y otros menos. A mí también, mira por donde, aunque seguramente no coincidimos en las preferencias. Pero has respetado a todos con sabiduría y los años te han hecho cada vez más comprensiva -no quiero utilizar la palabra "tolerante" porque me parece de una insufrible prepotencia ¿quién es nadie para tolerar o dejar de tolerar nadie?- y por encima de las diferencias siempre has puesto el cariño y has sido capaz de meterte en las diferentes pieles de cada cual.

Hoy nos vamos a jartar de llorar, lo estoy viendo venir. Pero van a ser unas lágrimas limpias, sin dolor; hechas de emoción y de gratitud; a ti y a eso que tú llamas Dios y yo llamo simplemente la vida, que nos ha dado tanto.

Quiero, mamá, que escuches bien atenta

un soneto tal vez inoportuno,
mas si te pones un poco contenta
de mis deseos habré logrado alguno. 

Si naciste en el año veintiuno
y si no me ha salido mal la cuenta
-lo he calculado desde el desayuno-
hoy, lo quieras o no, cumples noventa.

Aún mantienes el mismo poderío
que demostraste en todas tus edades
y a todos nos arrancas un gemío,

emoción en enormes cantidades
e incluso algún que otro escalofrío
por tenerte y decir ¡FELICIDADES!
(La niña de la foto es mi madre. Hoy cumple 90 años y sigue teniendo los mismos ojos.)(Soneto que le leeré hoy, en la fiesta que le hemos preparado sus hijos, nietos y bisnietos) 

miércoles, 26 de octubre de 2011

LA NOCHE ATERIDA

La penumbra dibuja dos figuras inmóviles
envueltas en sí mismas,
muertas bajo la colcha.

Un frío escurridizo,
inmune a la caricia y al abrazo,
se desliza en el lecho.

Desolador silencio sin memoria del gozo,
preñado de tristezas, de palabras
que hieren con cuidado,
como solo es posible herir a quien se ama.

Es la inmisericorde desazón
del abismo insalvable
que suele interponerse entre dos cuerpos
cuando es el amor propio
el que dicta las leyes de la carne.
(Dibujo cedido por Roberto Villar Blanco
Nada que decirte)

viernes, 21 de octubre de 2011

CAYÓ EL TIRANO

Por fin cayó el tirano
despojado de túnica y turbante,
inerme en su patético desnudo
sucio de sangre seca,
el rostro deformado a golpes de culata,
tumefactos los párpados,
colgantes los despojos inmortales,
sin huríes, sin jaimas, sin fortuna,
ni hipócritas halagos de países
genuflexos ayer, sin ir más lejos.

Por fin cayó el tirano
rodeado de cámaras que graban la ignominia
del hombre transformado en alimaña.

Por fin cayó el tirano;
sus verdugos levantan los fusiles,
celebran en las calles la victoria,
la nueva sinrazón del odio nuevo.
(Dibujo cedido por Miguel Villar

martes, 18 de octubre de 2011

UNA PREGUNTA

Si nunca vimos juntos
que se acercara un corzo a nuestra puerta,
ni compartimos un amanecer
revestido de otoño
ni un crepúsculo ardiente ni una luna,
si la belleza siempre nos ha encontrado a solas,

me pregunto
por qué invade esta casa tu inaccesible imagen
lo mismo que las huellas en la nieve
rememoran la arena de la playa,

me pregunto
-pero se me resiste la respuesta-
por qué te echo de menos precisamente ahora,
antes de dar las diez de la mañana.

domingo, 2 de octubre de 2011

LO QUE QUEDA DE MÍ

Como todos los jóvenes yo vine
a llevarme la vida por delante.
(Jaime Gil nde Biedma)

Hoy regreso al pasado
a recorrer un tiempo envuelto en brumas
para buscar a ciegas
lo que de mí quedó entre sus escombros.

Y encuentro algunas viejas emociones
fosilizadas como los insectos
atrapados en gotas de resina.

Aún percibo el antiguo escalofrío
de la espera infinita
del amor impalpable,
inmaterial, secreto,
que inundaba las noches de luces turbadoras.

Aún reconozco,
mezclado en la prosaica realidad,
un residuo de sueños
que quizá me mantiene un poco viva,
que quizá me alimenta
para seguir creyendo en lo imposible,
que quizá me rescata
de la tristeza yerma y resignada.

Entre la niebla encuentro algún vestigio
de mi reputación y mi cintura,
de lo que fui
antes de convertirme
en un superviviente del naufragio,
porque al final la vida
se me acabó llevando por delante.

lunes, 19 de septiembre de 2011

UN DÍA COMO TANTOS

Está acabando el día y tengo que decirte
que ha resultado ser como otros tantos
desde la fecha incierta
en que me acostumbré a tu absurda muerte.

Es día diecinueve y no ha ocurrido nada
que no ocurriera ayer o hace tres años;
la vida ha continuado como siempre,
sólo la misma rabia silenciosa
de tus fotos estáticas,
de tu sonrisa quieta,
de la voz inaudible de tu ausencia.

Y ya no sé siquiera si me duele
o soy otra mujer distinta de tu madre;
ya no sé lo que queda de mi llanto,
se ha mezclado con otros
que hoy impone la ley del calendario.

Me estoy haciendo vieja mientras tú
sigues siendo tan niño como antes.
Tus amigos son hombres ya crecidos,
los veo y sólo pienso: así serías,
con el condicional eterno, inevitable.

Y es que la vida
ha seguido, mi amor, como si nada.

lunes, 12 de septiembre de 2011

DOS EUROS

La anciana tenía buena pinta; cuidadosamente vestida con un conjunto mil veces lavado que bien podía ser el de los domingos, chaqueta y falda de color blanco o beige muy pálido con un estampado menudo en negro, o a lo mejor era marrón; bien peinado su pelo blanco, esa noche se había puesto los bigudíes; zapatos ortopédicos. Su cuerpo formaba un ángulo casi recto, encorvado desde la cintura; su mano derecha se aferraba a una muleta.

Dos mujeres -seguramente madre e hija- una joven y la otra de esa edad indefinida que puede abarcar desde los cincuenta a los sesenta y pico, charlaban de sus cosas plácidamente sentadas en una terraza delante de unas cervezas. Hacía muy buen tiempo ese domingo.

-¿Qué tal las vacaciones en la Toscana? -preguntaba la madre.
-¡Fenomenal, una verdadera gozada! Tienes que ir -respondía la chica joven entusiasmada.
-Imposible, estoy sin blanca -se quejaba la mujer madura- lo más que llego es a pasar una semana en Galicia, en una casa rural baratita.
-¡Pues anda que yo! -añadía la hija, señalando el borde deshilachado de sus pantalones- estoy tiesa, no puedo ni comprarme unos vaqueros nuevos; mira cómo tengo estos.

La madre y la hija siguieron conversando durante un buen rato de lo mal que está la cosa, del trabajo, de los amores; mientras, la anciana, apenas sosteniéndose sobre sus maltrechos pies, revolvía con la muleta entre la hojarasca amontonada en el surco del seto de aligustre que rodeaba las mesas. ¿Qué buscaría? pensaba la madre. ¿Un pendiente? ¿Quizá su alianza?

Casi terminando la caña no pudo resistir la curiosidad y se acercó a la vieja:

-¿Ha perdido usted algo? -le preguntó solícita- ¿Puedo ayudarla?

La anciana, torciendo con dificultad la cabeza y señalando con la muleta hacia arriba, respondió con gesto de consternación:

-Se me cayó por la ventana. Una moneda de dos euros y...

La mujer madura iba a echar mano al monedero, pero... ¿qué hacer? no era una mendiga, quizá se ofendiese si...

-¡Está aquí! -exclamó la hija levantando con júbilo la moneda que encontró entre la tierra.
-Pero... ¡si he mirado por ahí! -se asombró la anciana con los ojos sin color muy abiertos- ¡Ay qué alegría! ¡Muchas gracias, hija, muchas gracias!

Y se fue renqueando despacito, apoyada en su muleta. Sonreía.

-¿Qué le debo? -preguntó la madre al camarero.
-Poco dinero, sólo dos euros.

viernes, 2 de septiembre de 2011

POR SI ALGUIEN ME ESPERABA

Creo en ti,
anónimo enemigo o indescifrable amigo,
en todo lo que puedes hacer para cambiarme,
para secar al sol tanta tristeza que no tiene motivo y sí remedio.
(José Luis Zúñiga)



Sé que fallo mil veces cada día
a ti y a ti y a todos
los que de mí quizá esperaban algo
que no he podido dar
o no quise saber que lo esperaban.

Yo sé que casi nunca doy la talla,
que no estoy en el sitio ni a la hora
en que fuera mi abrazo necesario
y mi silencio se tornara sólido,
líquido o gaseoso,
pero diera calor a la tristeza
de todos los que amo,
y ni siquiera pueden sospecharlo.

Pero dejad que encienda un cigarrillo,
-uno más
y no sé ni me importa cuántos llevo-
y me sirva el penúltimo gin-tonic.

Prometo que mañana saldrá el sol
y una vez más haré buenos propósitos.