Se reflejó el terror en tus pupilas
como si en tus espaldas
se hubiera desplomado todo el peso del mundo
cuando yo osé decir lo que te dije.
Debí haberme quedado con la boca cerrada,
pero tengo una edad
que ya me dan vergüenza pocas cosas
y menos que ninguna, enamorarme.
Parecías rezar a ese improbable dios
al que deben rezar los condenados,
el despiadado dios de los ateos.
Si es el miedo a sentir lo que te aleja,
puedes estar tranquilo, que no intento matarte.
Refúgiate de nuevo en el silencio,
escóndete en la paz de la rutina
e ignora mi existencia. Solo te pediría
que nunca te arrepientas de aquel beso
ni lo arrojes al saco del olvido.
Puedes estar tranquilo, que no es a ti a quien amo,
sino al que yo soñé y puse tu nombre.
martes, 20 de noviembre de 2018
sábado, 17 de noviembre de 2018
EL BESO
No fue una evocación
de ningún otro beso del pasado
ni de ningún amor de adolescencia
en un cine de barrio.
Yo te besaba a ti, al hombre que ahora eres,
con tu historia completa,
con tu edad y tu voz, tu mirada y tu rostro,
el que tienes ahora, el que yo he conocido.
Yo besaba
un jodido imposible.
Te besaba mi lengua de ahora mismo,
lo que queda de mí, si vale algo.
No era la de entonces, te besaba
con todas mis derrotas licuadas en tu boca.
Y sí, me hubiera ido
por cualquier carretera secundaria
a perder los papeles en cualquier bar de pueblo,
a escondernos en un motel oscuro
donde te habría dado mis completas edades
como si todavía fuera joven,
como si aún mi cuerpo fuera hermoso.
Nos dijimos adiós, hasta mañana,
sabiendo que "mañana" es un concepto ambiguo
-va para cinco meses de aquella despedida-.
Luego quedó en mi boca un regusto salado
de saliva y de lágrimas.
de ningún otro beso del pasado
ni de ningún amor de adolescencia
en un cine de barrio.
Yo te besaba a ti, al hombre que ahora eres,
con tu historia completa,
con tu edad y tu voz, tu mirada y tu rostro,
el que tienes ahora, el que yo he conocido.
Yo besaba
un jodido imposible.
Te besaba mi lengua de ahora mismo,
lo que queda de mí, si vale algo.
No era la de entonces, te besaba
con todas mis derrotas licuadas en tu boca.
Y sí, me hubiera ido
por cualquier carretera secundaria
a perder los papeles en cualquier bar de pueblo,
a escondernos en un motel oscuro
donde te habría dado mis completas edades
como si todavía fuera joven,
como si aún mi cuerpo fuera hermoso.
Nos dijimos adiós, hasta mañana,
sabiendo que "mañana" es un concepto ambiguo
-va para cinco meses de aquella despedida-.
Luego quedó en mi boca un regusto salado
de saliva y de lágrimas.
martes, 13 de noviembre de 2018
MOMENTOS
Aquel silencio, amor, aquel silencio,
el que nos envolvió mirando al valle
en un atardecer del Alto Tajo
y que por no romperlo ni siquiera
decíamos te quiero.
Y ni nos dimos cuenta de que el frío
empezaba a atacarnos por la espalda.
Esas calles de piedra inverosímiles
bajo la luna llena, allí en Medinaceli,
donde apenas cabía nuestro abrazo,
escenario del beso que, guardado
durante treinta años, nos llenó de humedad
el tiempo y el espacio.
Y las noches sin luna de Sigüenza
en las que las que no cabían más estrellas
y nosotros buscábamos a Orión, a Casiopea,
a la Estrella Polar, a las dos Osas;
tumbados en el suelo huíamos del mundo
entre las luces de la Vía Láctea.
Me viene a la memoria una bola de fuego
que cegaba mis ojos
mientras se sumergía muy despacio
en el mar espectral de Cabo Home
en la hora más mágica; y yo solo quería
que todos los relojes se pararan.
Noviembre derramando sus colores
sin nombre en Wheaton Park,
el espejo del lago repetía los rojos,
los ocres, los naranjas y amarillos
y yo lloraba sin venir a cuento
por todos los dolores de mi historia.
Momentos que viví y ahora recuerdo
tras los cristales de mi habitación,
mientras fumo y escucho a Billie Holiday
y miro ensimismada la luz del bar de enfrente
como si fuera ahora y aún estuviera viva.
el que nos envolvió mirando al valle
en un atardecer del Alto Tajo
y que por no romperlo ni siquiera
decíamos te quiero.
Y ni nos dimos cuenta de que el frío
empezaba a atacarnos por la espalda.
Esas calles de piedra inverosímiles
bajo la luna llena, allí en Medinaceli,
donde apenas cabía nuestro abrazo,
escenario del beso que, guardado
durante treinta años, nos llenó de humedad
el tiempo y el espacio.
Y las noches sin luna de Sigüenza
en las que las que no cabían más estrellas
y nosotros buscábamos a Orión, a Casiopea,
a la Estrella Polar, a las dos Osas;
tumbados en el suelo huíamos del mundo
entre las luces de la Vía Láctea.
Me viene a la memoria una bola de fuego
que cegaba mis ojos
mientras se sumergía muy despacio
en el mar espectral de Cabo Home
en la hora más mágica; y yo solo quería
que todos los relojes se pararan.
Noviembre derramando sus colores
sin nombre en Wheaton Park,
el espejo del lago repetía los rojos,
los ocres, los naranjas y amarillos
y yo lloraba sin venir a cuento
por todos los dolores de mi historia.
Momentos que viví y ahora recuerdo
tras los cristales de mi habitación,
mientras fumo y escucho a Billie Holiday
y miro ensimismada la luz del bar de enfrente
como si fuera ahora y aún estuviera viva.
A DESTIEMPO
Apareces ahora, cuando ya este camino
se acerca sin remedio al último recodo,
cuando solo nos quedan los recuerdos
de lo que hemos vivido cada uno en su mundo.
No compartimos juntos el rumbo de la historia,
ni en las posguerras ni en las transiciones
ondeamos banderas semejantes,
no nos unió la cárcel ni los himnos
ni la derrota cruel ni la triste victoria;
habíamos nacido en trincheras opuestas
y yo llegué muy tarde a casi todo.
Tú no estabas entonces, cuando yo sucumbía,
cuando se abrió la tierra debajo de mis pies
aquel mes de septiembre del año de la Expo,
cuando me daba golpes de impotencia y de rabia
contra cualquier pared imperturbable.
Tú no estabas entonces y yo tampoco estaba
cuando toda la muerte se agazapó en tu cuerpo
y el miedo y la tristeza entraban en tus venas
en noches de hospital; tampoco eran mis besos
los que echabas de menos, ni mi mano en la tuya
tirando de la vida contra todo pronóstico.
Yo no tuve tu abrazo para que me abrigara
en mis noches heladas ni mi cuerpo recuerda
la huella de tus dedos arrancando gemidos
ni tu lengua lamiendo mis heridas antiguas.
No hay nada en la memoria que nos una;
ni una canción ni un beso ni un paisaje
ni los juegos de niños ni las noches
de amor enfebrecido de nuestros cuerpos jóvenes.
No hay nada que nos una en el pasado
y el futuro, ya ves, se nos escapa.
se acerca sin remedio al último recodo,
cuando solo nos quedan los recuerdos
de lo que hemos vivido cada uno en su mundo.
No compartimos juntos el rumbo de la historia,
ni en las posguerras ni en las transiciones
ondeamos banderas semejantes,
no nos unió la cárcel ni los himnos
ni la derrota cruel ni la triste victoria;
habíamos nacido en trincheras opuestas
y yo llegué muy tarde a casi todo.
Tú no estabas entonces, cuando yo sucumbía,
cuando se abrió la tierra debajo de mis pies
aquel mes de septiembre del año de la Expo,
cuando me daba golpes de impotencia y de rabia
contra cualquier pared imperturbable.
Tú no estabas entonces y yo tampoco estaba
cuando toda la muerte se agazapó en tu cuerpo
y el miedo y la tristeza entraban en tus venas
en noches de hospital; tampoco eran mis besos
los que echabas de menos, ni mi mano en la tuya
tirando de la vida contra todo pronóstico.
Yo no tuve tu abrazo para que me abrigara
en mis noches heladas ni mi cuerpo recuerda
la huella de tus dedos arrancando gemidos
ni tu lengua lamiendo mis heridas antiguas.
No hay nada en la memoria que nos una;
ni una canción ni un beso ni un paisaje
ni los juegos de niños ni las noches
de amor enfebrecido de nuestros cuerpos jóvenes.
No hay nada que nos una en el pasado
y el futuro, ya ves, se nos escapa.
domingo, 21 de octubre de 2018
EL SUEÑO
Necesito decirte tantas
cosas
cuando llega la fecha
marcada en el reverso de la
vida,
la de caducidad de la
esperanza,
y hay que tirarla al cubo,
aunque parezca
que aún podría ser
aprovechable
y me la coma en una de esas
noches
que encuentro la nevera
desolada.
Necesito decirte que fue
hermoso
despertar cada día con tu
nombre,
ser una adolescente al menos
por un rato,
resucitar antiguas emociones,
que volviera a alumbrarme
algún destello,
un sentimiento dulce entre
mi carne rota .
Yo sé que aquí se muere
una historia que no llegó a
nacer,
que a partir de ahora mismo
ya no podré salvarme
acudiendo a tu imagen
guardada en la memoria,
que volverá lo cierto, lo
tangible,
la desnuda verdad sin
horizonte.
Mi sueño está cansado de
soñarse
una noche tras otra,
escuchando la lluvia
o llenando el silencio de
canciones
que nunca oímos juntos.
Es un sueño gastado por el
uso,
está lleno de arrugas y le
duelen los huesos.
Porque también los sueños
envejecen.
Y un día de repente se nos
marchan
y nos dejan más tristes y más
solos.
sábado, 15 de septiembre de 2018
MASOCA
como una pobre adicta que se inyecta
la imprescindible dosis de mentira,
como una masoquista que se enfunda
unos zapatos rojos de tacón imposible
y se cree por un rato más feliz y más bella.
Yo sé que es imposible, pero quiero engañarme
como si fuera un niño que ya no cree en los Reyes
y se niega a crecer y disimula.
No importa que me duela,
me han dicho que a los muertos
nunca les duele nada.
lunes, 27 de agosto de 2018
CUANDO LO PIENSO
Cuando pienso lo poco que me queda
—quiero decir, de vida que merezca tal nombre—
antes de que me invada una decrepitud definitiva
si la muerte no viene a remediarlo,
cuando lo pienso, digo, me reafirmo
en que no me interesa casi nada.
Diréis que soy un monstruo de egoísmo,
pero es que ya no creo en causas imposibles,
me hastían casi todos los discursos
y me importan un bledo las banderas
y las luchas estériles cargadas de soflamas
tan falsas y mezquinas. Solo quiero
ver crecer a mis nietos,
perderme entre las líneas de algún libro,
tomarme un par de copas con amigos
y, si fuera posible,
pasar contigo algunos buenos ratos
engañando a los años con las manos cogidas,
decir que nos querremos para siempre
—ahora que “para siempre” es un plazo tan corto—,
dejando las maletas olvidadas,
como si nada hubiera sucedido,
como si todo comenzara ahora.
—quiero decir, de vida que merezca tal nombre—
antes de que me invada una decrepitud definitiva
si la muerte no viene a remediarlo,
cuando lo pienso, digo, me reafirmo
en que no me interesa casi nada.
Diréis que soy un monstruo de egoísmo,
pero es que ya no creo en causas imposibles,
me hastían casi todos los discursos
y me importan un bledo las banderas
y las luchas estériles cargadas de soflamas
tan falsas y mezquinas. Solo quiero
ver crecer a mis nietos,
perderme entre las líneas de algún libro,
tomarme un par de copas con amigos
y, si fuera posible,
pasar contigo algunos buenos ratos
engañando a los años con las manos cogidas,
decir que nos querremos para siempre
—ahora que “para siempre” es un plazo tan corto—,
dejando las maletas olvidadas,
como si nada hubiera sucedido,
como si todo comenzara ahora.
miércoles, 22 de agosto de 2018
CONFÍA EN MÍ
Amor, confía en mí, yo te prometo
que no moveré un dedo para verle,
que no le llamaré, que ni siquiera
responderé si llama y borraré
su nombre del teléfono,
desviaré mi mirada de sus ojos,
taparé mis oídos a cantos de sirenas,
me cruzaré de acera si de lejos
adivino sus pasos acercándose,
me mudaré de barrio o de planeta
con tal de no encontrarle. Te prometo
que te voy a ser fiel toda la vida.
Pero lo que no puedo prometerte,
porque no está en mi mano,
es que no me reviente algo por dentro
y muera sin poder dejar de amarle.
que no moveré un dedo para verle,
que no le llamaré, que ni siquiera
responderé si llama y borraré
su nombre del teléfono,
desviaré mi mirada de sus ojos,
taparé mis oídos a cantos de sirenas,
me cruzaré de acera si de lejos
adivino sus pasos acercándose,
me mudaré de barrio o de planeta
con tal de no encontrarle. Te prometo
que te voy a ser fiel toda la vida.
Pero lo que no puedo prometerte,
porque no está en mi mano,
es que no me reviente algo por dentro
y muera sin poder dejar de amarle.
HUIDA
Huyo de mí y de ti, de tu recuerdo
hacia lugares donde tú no existes
ni tu nombre está escrito
en una roca a punta de navaja.
Contemplo desde fuera las cumbres infinitas
coronadas de nieve inverosímil,
la espesura del bosque, la fragancia,
el verde innumerable y el silencio
que atruena en la memoria de un instante
vivido contra el mundo. Lo contemplo
como quien mira un cuadro en un museo.
Y te vuelvo a pensar, como si alguna vez
hubieras compartido conmigo esta belleza
cuando lo cierto es que solo te conozco
de bares de Madrid con luces indecisas
y murmullos de voces y de música,
cigarros en la calle y algún beso
que no va a ningún sitio.
En resumidas cuentas,
un amor que no sirve para nada,
salvo para saber
que contra toda lógica estoy viva.
hacia lugares donde tú no existes
ni tu nombre está escrito
en una roca a punta de navaja.
Contemplo desde fuera las cumbres infinitas
coronadas de nieve inverosímil,
la espesura del bosque, la fragancia,
el verde innumerable y el silencio
que atruena en la memoria de un instante
vivido contra el mundo. Lo contemplo
como quien mira un cuadro en un museo.
Y te vuelvo a pensar, como si alguna vez
hubieras compartido conmigo esta belleza
cuando lo cierto es que solo te conozco
de bares de Madrid con luces indecisas
y murmullos de voces y de música,
cigarros en la calle y algún beso
que no va a ningún sitio.
En resumidas cuentas,
un amor que no sirve para nada,
salvo para saber
que contra toda lógica estoy viva.
miércoles, 1 de agosto de 2018
LA CITA
Llevaba dos semanas de dieta hipocalórica
y cien abdominales cada día;
se compró un modelazo
discreto e insinuante al mismo tiempo;
y cremas milagrosas que, según le vendieron,
dejarían su piel como la seda;
planchaban las arrugas, recobraban
la luz que hubo algún día en sus mejillas
y una mascarilla que, al quitarla,
se llevaba detrás todas las penas.
En la peluquería
le quitaron las canas y pintaron
unos rayos de sol en su flequillo
—en total, cuatro horas de tormento
y un enorme mordisco en su tarjeta—.
Tras una ampolla mágica de belleza instantánea
se maquilló con mimo, sin pasarse,
se puso un pintalabios resistente a los besos
separó sus pestañas una a una
y una sombra de ojos
como el cielo en un día de tormenta.
Renovó lencería por si acaso,
se hizo la pedicura
y se pintó las uñas de los pies
de color amapola. Y faltaba el perfume:
tenía que ser fresco, natural como el aire
después de haber llovido entre las jaras
y a la vez duradero.
El mensaje decía —Hoy no va a poder ser.
Me ha surgido una cena
con el mejor cliente de mi vida.
Cena de matrimonios,
sabes cómo funcionan estas cosas.
Un rojo corazón y el emoji del beso.
y cien abdominales cada día;
se compró un modelazo
discreto e insinuante al mismo tiempo;
y cremas milagrosas que, según le vendieron,
dejarían su piel como la seda;
planchaban las arrugas, recobraban
la luz que hubo algún día en sus mejillas
y una mascarilla que, al quitarla,
se llevaba detrás todas las penas.
En la peluquería
le quitaron las canas y pintaron
unos rayos de sol en su flequillo
—en total, cuatro horas de tormento
y un enorme mordisco en su tarjeta—.
Tras una ampolla mágica de belleza instantánea
se maquilló con mimo, sin pasarse,
se puso un pintalabios resistente a los besos
separó sus pestañas una a una
y una sombra de ojos
como el cielo en un día de tormenta.
Renovó lencería por si acaso,
se hizo la pedicura
y se pintó las uñas de los pies
de color amapola. Y faltaba el perfume:
tenía que ser fresco, natural como el aire
después de haber llovido entre las jaras
y a la vez duradero.
El mensaje decía —Hoy no va a poder ser.
Me ha surgido una cena
con el mejor cliente de mi vida.
Cena de matrimonios,
sabes cómo funcionan estas cosas.
Un rojo corazón y el emoji del beso.
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