martes, 20 de marzo de 2007

CONTRADICCIONES

Me descoloca este invierno que ha llegado a destiempo. La luz que irrumpe en mi cuarto por la mañana me consuela un poco del madrugón y las tardes, cada día más largas, invitan a callejear y a retrasar la recogida. Pero es que el termómetro marca cuatro grados y hay que subirse el cuello y enfundarse las manos en los guantes. Es un contrasentido, una engañifa un poco perversa. Soy muy sensible a la meteorología, así que estoy hecha un lío. Mi parte irracional -que, dicho sea de paso, es casi toda- no sabe muy bien si toca deprimirse o sentirse eufórica. Y ando por ahí dando tumbos entre una tristeza difusa y un optimismo tal vez excesivo.

Los niños de Ana ya llegan; parece que están muy a gusto en su refugio líquido y calentito, pero es cuestión de días. Estoy deseando verlos y ver a Ana con ellos fuera, pero al mismo tiempo me tiene nerviosa el trance. He puesto en el móvil el sonido más fuerte y más estridente que he podido. Me aterra la idea de que suene y no oírlo. Voy a trabajar en coche por si tengo que salir corriendo, y antes de irme a alguna parte la llamo para ver si todo sigue igual o hay el más mínimo aviso. Todo en mi vida gira en función de ella, aunque aparentemente no haya cambiado nada. Y bueno, sí, me da un poco de miedo.

Las mimosas de la calle de Arturo Soria se han cubierto de esponjas amarillas, sin embargo hace un viento helador.

La vida es una enorme contradicción.