
El caso es que entró en el blog como un elefante en una cacharrería, ofendiendo al personal y el personal respondió comparándole a De Juana Chaos. Él no se calla ni debajo del agua y contestó, entre otras cosas, que lo que le diferenciaba del menda ese es que no había matado a nadie, aunque no fuera por falta de ganas, y que la línea que separa lo moral de lo inmoral es, precisamente, el hecho de aguantarse las ganas. Y se quedó tan ancho.
Este bonito espectáculo a lo mejor me hubiera divertido si no se hubiera representado en mi blog o si el protagonista principal –el malo de la película- fuera un desconocido, pero me tocaba demasiado de cerca para dejarme indiferente y no podía permitir ni que Jesús ofendiera a mis lectores desde este espacio, ni que ninguno de ellos le comparara con un asesino. Y no me quedó más salida que hacerme el hara-kiri.
Fue el lunes por la noche; desde entonces he estado llorando mi propia muerte. En cada uno de los veinte post que tenía publicados me había dejado muchas horas y muchos jirones de mi mismidad. Había cuidado la ética y la estética como si se tratara de un hijo; ocurre que los blogs y los hijos tienen vida propia y así pasa lo que pasa.
De esa herida abierta nace este nuevo blog. No sé si es un hijo o una reencarnación pero, a pesar del parecido externo, no es lo mismo. Contra todos mis principios me he visto obligada a configurarlo con “moderación de comentarios”. Eso, crudamente, quiere decir que pasarán censura y que no se publicará ninguno que contenga insultos a ningún comentarista, aunque fueran para apoyar a la autora. Por el contrario, se publicarán todas las opiniones, discrepantes o no de las mías, que se formulen con un mínimo de corrección. Lo siento, repito que va contra mis principios, pero tal como está el patio, no tengo alternativa.
O sí, tengo la alternativa de callarme pero tampoco es cosa de que me salga una úlcera, que el patio no invita precisamente al silencio. Y ante la que se nos viene encima este fin de semana –y de aquí en adelante- algunos vamos a necesitar esta barricada para protegernos tras ella de las personas decentes y sensatas, según el particular criterio de Rajoy.
“Esta es su casa, paisano, y ahí puede pegar el grito”.